sábado, 4 de diciembre de 2010

Pequeña historia de grandes amigas

Esto va dirigido a cuatro pintoras, que con sus palestras de colores, han pintado mi vida con diferentes dibujos, llenos de las mezclas más bonitas que nunca he visto.

INTRODUCCIÓN:

Antes de comenzar a contar nuestros hechos personales, que en realidad son públicos, me presto a describir a cada una de las que formamos el grupo.

Primero comenzamos con la hermana mayor por excelencia, mi querida Ainara. Es una chica con un fuerte carácter. Puede dar un aspecto frágil por su piel blanca y tersa, sus ojos azules como el cielo y su pelo negro cuál el azabache. Os doy un consejo, nunca juzguéis por el físico, antes de hablar es mejor conocer a la persona. Creo que es la única que tiene los pies sobre la tierra, la que nos dice las cosas a la cara cuando hacen falta y la que nos aconseja si tenemos un problema. Os recomiendo que si le pedís consejo a Ainara, le hagáis caso, es psicóloga en sus ratos libres, pero es que también es empresaria. De hecho, dirige una de las mejores empresas del mundo.

¿Tenéis alguna duda con vuestro armario? Si la respuesta es si, llamad a María. Nuestra modista particular (viste a las mejores modelos del mundo y tiene la tienda que más vende, así que supongo que tendrá alguna idea de moda). Esta es hermana de Ainara, pero en realidad, no se parecen en nada. María es risueña y alegre. Cuando va por la calle ella no camina, ella da pequeños saltitos. Como si no pudiera tocar el suelo, como si se fuera a romper. Cada vez que salta su largo pelo negro (en mi opinión es el único punto en común que tienen las dos hermanas) dibuja en el aire una delicada curva. Enamoradiza y loca, siempre te va a animar a que hagas caso de tu corazón.

¿Os preguntáis a que modelos viste María? Yo os doy la respuesta, María viste a Claudia. Nunca para, nunca esta en casa, si no esta desfilando en Madrid, esta desfilando en Milán. Claudia no tiene nada que ver con María y Ainara. Ella es altiva, poderosa. Al igual que Ainara, también tiene los ojos azules, pero Claudia no tiene aspecto frágil. Claudia es tan fuerte como una roca. Al contrario que María, no va dando saltitos. Nuestra modelo pisa con fuerza y orgullo, intentando romper el suelo y levantando las miradas de todos a los que enamora a su paso. Si alguna vez tenéis un enemigo, rezad para que no sea Claudia.

Después, nos encontramos con Miriam. Para mi gusto es la mejor diseñadora de joyas. Supongo que por eso tiene la joyería que vende más alhajas originales al cabo del año. A cada una de nosotras nos ha hecho un colgante especial según nuestro carácter, nuestra forma de ser, nuestra forma de vestirnos. Nuestra creadora es dulce y amable. Pero mejor que no la despiertes en mitad de la noche o sufrirás las consecuencias. Quitándole ese defectillo, Miriam es la más segura de las cajas de los secretos. Puedes contarle lo que quieras que ella siempre te entenderá y compartirá tus opiniones. Tan bella por fuera como por dentro es capaz de cautivar hasta al mismo aire.

Por último estoy yo. Es difícil describirse a uno mismo, y seguramente me equivocaré, pero lo voy a intentar. Creo que soy una persona indecisa que no encuentra a su compañero ideal. Al igual que María, también me veo enamoradiza. Soy pensativa y comprendo a la gente. Pero si las cosas no salen bien, temblad porque en ese momento el monstruo que duerme dentro de mi se despierta. Me veo capaz de superar un reto si me lo planteo, pero siempre con la ayuda de mis amigas. Sin ellas sería poco. La realidad, es que sin ellas no hubiera logrado ser lo que ahora soy. Periodista de la revista “Vogue”. Si corres detrás de mí, ten cuidado, el lápiz que siempre llevo sujetando los rizos puede saltar y hacerte daño. Lo digo en serio, ya a pasado más de una vez.

La verdad, es que todas somos peligrosas por separado, pero si nos juntas huye, porque a nuestro alrededor no hay nada que intente superarnos. En definitiva somos un grupo, que podría decirse, da miedo si toma una decisión.

Vanessa Lovely

jueves, 7 de octubre de 2010

Soy una princesa

Soy una princesa. La princesa de las tierras blancas. Mi piel es blanca, mis vestiduras son blancas y todos mis súbditos van vestidos de blanco. Los únicos que van de colores son mi familia, que visitan mi alcoba todos los días.

Cada mañana el hombre más mayor de mis súbditos viene a verme. Como es el mayor yo lo he llamado “El Blanco”. Me pregunta como estoy, que siento, que tal he dormido y después mira atentamente el tubito que va desde una bolsa que cuelga al lado de mi cama, hasta mi brazo. También mira otros aparatos que me rodean.


Cuando “El Blanco” se va otro de mis seguidores entra en mi dormitorio. El juega conmigo, porque después de todo soy una niña más de este mundo, que si no juega se aburre. No lo pasamos muy bien y me hace reír. Cuando estamos terminando nuestros juegos llega la cocinera, que me trae unos deliciosos manjares. Bueno de deliciosos tienen poco, pero no me queda otra que comérmelos. Al terminar mi comida, la cocinera se lleva mi bandeja y también se lleva a mi acompañante.

Después de la siesta vienen mis padres y están toda la tarde conmigo. Siempre les digo que me saquen de mi dormitorio y que me lleven con ellos, pero ellos siempre me responden que me podrán llevar de allí cuando “El Blanco” lo diga. Tengo ganas de salir de mi castillo y ver el cielo azul. Desde mi ventana se ve grande y bonito, unos días más claro y otros más oscuro.


Al final llega la noche. A mi no me gusta, es fría y oscura. Me da miedo. Al caer la noche, la cocinera vuelve y me trae la cena. Después, siguiendo el mismo patrón de todas las noches, la cocinera cierra los postigos de la ventana, pone una pequeña luz en un extremo de la habitación y cuando termino de cenar, se vuelve a llevar mi bandeja.


Al terminar mi cena, me dejan levantarme para que me lave los dientes. El cuarto de baño esta muy cerca de la puerta de mi habitación y algunos días sin que me vean me asomo. Al sacar mi cabeza, solo veo un largo pasillo, también blanco, que tiene un montón de puertas como la mía. Yo me pregunto quién vivirá hay. Cuando termino mi misión secreta, vuelvo a la cama y me duermo. Caigo en un profundo sueño que me absorbe hasta la mañana siguiente.


Pero esta mañana cuando me e levantado, todo era diferente. No estaba en mi habitación de todos los días, estaba en una nube grande, blanca y esponjosa. Tenía un vestido blanco más bonito que el que suelo tener.

Frente a una puerta enorme se encontraba mi abuela con una dulce sonrisa dibujada en la cara. Abrió sus brazos y yo instintivamente corrí hacía ella. El abrazo fue largo e intenso. Por fin me sentía en casa, por fin no estaba tumbada en una cama, por fin podía correr. Por fin podía ver el cielo, de hecho vivía en el cielo.

Vanessa Lovely


sábado, 18 de septiembre de 2010

Un beso de amor que estaba escrito

A ver, donde he puesto la tarjeta, ah si, en el bolsillo.Saco la tarjeta, la meto en la ranura y como todas las mañanas la máquina suena y me abre el paso, como si se estuviera riendo de mi, porque sabe que no voy a llegar a tiempo. Corre, date prisa, que se va y tu te quedas en tierra. Corre como si tuvieras quince años, corre...Me pitan los oídos, me falta el aire y paro a descansar, entonces me doy cuenta que no me pitan los oídos, lo que pitaba era la sirena, que al igual que la máquina se ríe de mi porque el tren, mi tren, se ha marchado. Yo lo he dejado escapar, tenía que haber corrido más. Miro a mi alrededor y me siento solo. Miro y busco, pero no veo a nadie. Siento tanta solead que tengo miedo. Vuelvo a correr hacia el primer banco que esta atestado de gente y me siento. Esa gente es una familia, a la que me acerco para sentir todo ese amor que hay entre ellos. Allí me siento seguro, me siento en casa, no me siento solo. En ese momento descubro que hecho de menos a una persona. Esa persona especial en la que piensas cada día, a cada hora. Entonces me doy la vuelta para comprobar la salida del siguiente tren y la veo allí, quieta, cayada, tan sola como yo . Incluso me atrevería a decir que tan asustada como estaba yo. Me acerco y la saludo. Me contesta sin mirarme pero yo le sigo hablando hasta que me mira a los ojos. Me quedo callado al ver esos ojos, por fuera tan azules como un mar bravo y por dentro tan claros como el cielo. Decido en ese momento que ella es un ángel caído que ha venido a ayudar a alguien como yo, solo y perdido. El ángel se queda mirando mi cara, y yo la suya. Abro mis brazos e inmediatamente, ella, mi ángel se abalanza sobre mi. Bajo la cara y ella la sube. Me besa. La beso. Un beso de amor que estaba escrito. Nuestro beso.
Vanessa Lovely