martes, 1 de febrero de 2011

CAPÍTULO 1: Pequeña historia de grandes amigas

Después de haber explicado los defectos y las cualidades de cada una de nosotras, me encamino hacia el pasado, justo a la noche en la que Claudia celebraba su tradicional fiesta de la moda en su ático de lujo. Cuando llegamos a su casa nos sentó en su salón y empezó a hablarnos muy seriamente:

-Todo esta preparado y la fiesta es dentro de una hora y media, pero os he citado aquí antes porque quería deciros una cosa, bueno mejor dicho, un consejo. Ainara, en la fiesta va a ver muchos directores de empresas dispuestos a fusionarse. María, habrá modelos guapísimos a los que les gustaría que una diseñadora tan guapa como tu les vistiera. Miriam, van a venir amigos míos que buscan mujeres originales. Y tú, Vanessa, solo te digo que los directores de las revistas de moda más importantes del mundo van a venir a la fiesta.

Cuando terminó de hablar todas nos quedamos en silencio y nos miramos unas a otras. De repente todas estallamos entre carcajadas y nos reímos de lo seria y enigmática que se había puesto Claudia. Estaba histérica. Se le notaba en la cantidad de estupideces que decía. No paraba de moverse para arriba y para abajo por todo el ático revisando la cocina, los trajes de los camareros, nuestros propios vestidos. Estaba tan nerviosa que no dejaba que María le terminara de arreglar su vestido.

Parecía un fantasma, el vestido que le había hecho María era una tela de un azul impresionante que colgaba de uno de sus hombros pero para terminarlo había que poner un precioso broche color plata con pequeños diamantes que recogía todo la tela y le daba la forma deseada. La tela de este se le pegaba al cuerpo estilizando su figura. En definitiva estaba preciosa. Los vestidos que llevábamos nosotras también eran diseños de María, pero no tan atrevidos como el de la modelo.

El de Miriam era rojo. Tenía toda la espalda al aire y únicamente se le sujetaba con una pequeña tira que le pasaba detrás de la cabeza. El de Ainara era de color azul turquesa. Estaba sujeto por dos tirantes anchos que se unían con el escote tentando a todo al que mirase. Bajo el pecho el vestido tenía un broche que realzaba su figura y en el lado derecho el vestido tenía una larga raja que iba provocando. El de María era espectacular. Tenía un color morado precioso. Era de palabra de honor y debajo del pecho llevaba un precioso fajín de seda de color morado oscuro. La caída que tenía el vestido era tan bonita y delicada que cuando María andaba parecía que en realidad estaba flotando.

¿Os preguntáis por el mío? Pues la verdad es que no era nada del otro mundo. De color rojo, con tirantes anchos y un escote cuadrado. Desde el pecho hasta los tobillos la caída era clásica, pero muy bonita. María se había superado con mi vestido, sabía perfectamente como me gustaba.

De pronto sonó el timbre. La hora de la fiesta había llegado y los invitados ya estaban apoderándose del ático. En menos de que canta un gallo toda la vivienda se había llenado de gente con ganas de bailar y pasarlo bien. Estaba dando una vuelta por la casa buscando a mis amigas cuando me tropecé y caí en brazos de alguien que no conocía de nada. Pero cuando levanté la cabeza y lo miré a los ojos, el tiempo se paró y en ese momento me pareció que a mi salvador lo conocía de toda la vida. O por lo menos haría lo que fuera por conocerlo. Bastó una mirada para que me cautivase de esa manera.

Vanessa Lovely