lunes, 26 de marzo de 2012

La piel revolviéndose con el deseo.


Y como música para mis oídos tu voz me llama. Sin dudarlo ni un momento yo, necia, borracha de amor voy hacia ti. Perdiendo el control, cada vez te siento más cerca. No pensamos en el después, en el fin de esto, solo nos dejamos llevar. Nuestros cuerpos nos lo están pidiendo, nos lo están gritando.

Y como dos locos perdemos la poca cordura que nos quedaba, y la razón, que despacio se había hecho pequeña se encierra en una esquina lejana y profunda de nuestra mente. El fuego se adueña de nuestras terminaciones y volamos. Llegamos a tocar el cielo, a ver las estrellas. A sentirnos el uno al otro. Creemos o queremos creer que la noche es eterna.

No sabemos como, no sabemos cuando nuestros labios han vuelto a unirse, a sentirse y recorren el cuerpo el uno del otro. Volvemos a sentir ese fuego que domina, ese fuego que no te deja pensar, que solo te deja sentir y dejarte llevar. Los suspiros vienen y van, suspiros llenos de amor, de ternura pero sobre todo pasión. Nuestros corazones laten al mismo tiempo y hacen la más bella melodía que hayamos escuchado nunca.

La noche pasa, no es eterna y poco a poco nos damos cuenta. Pero no nos importa, lo que hemos sentido es mucho más grande que una simple noche, mucho más grande de lo que podríamos haber imaginado.

En un ataque de nerviosismo me echo a reír, no puedo parar. Nunca pensé que esto pudiera llegar a suceder pero ahora sé que se va a volver a repetir. Los dos sabemos que necesitamos el uno del otro, bebernos la piel y comernos la pasión, sin cansarnos nunca. Siempre juntos en una noche íntima que empieza con un tímido beso y acaba con un fuego abrasador.

Vanessa