jueves, 19 de abril de 2012

CAPÍTULO 3: TODO AL DESCUBIERTO


Rizos a un lado para cubrir el parche en mi cabeza, pañuelo al cuello para tapar el moratón que tenía, vestido fresquito, unos bonitos zapatos de tacón y lista. Pero todo se echó a perder cuando me levanté de la silla. El mareo que sufrí  hizo que todo a mí alrededor empezara a moverse como en una especia de danza humorística que provocó mi caída al suelo desde una altura de diez centímetros. Cuando salí del hospital, la idea de haberme dado de alta voluntariamente era fantástica pero ahora empezaba a ser la peor de mis inútiles ideas. Desde que había llegado a mi piso no podía ponerme en pie, cada vez que lo hacía el mareo era cada vez más fuerte. Al final tendría que volver a ir al médico cosa que no me gustaba nada. Pero aunque me mareara y me cayera al suelo las cosas no podían quedarse así, Claudia con un hombre  misterioso y en mi cabeza unos ojos que no podía olvidar ni siquiera en sueños. Unas horas inconscientes hacen que te pierdas muchos detalles de tu propia vida.
Tuve que quitarme los tacones y tumbarme en la cama para que poco a poco el mareo desapareciera pero justo cuando me estaba sentando en la cama tocaron al timbre. Al final iba a llegar tarde a la cita y las chicas se preocuparían y no podía permitirme eso. Y de repente otra vez el timbre.

-¡Ya voy! Estoy convaleciente pero nada me impedirá pegarle un puñetazo en la nariz si no deja de tocar el timbre-y diciendo eso abrí la puerta. Cuando vi lo que había detrás de la puerta tuve que comerme todas y cada una de mis palabras.
-Pues si nos tienes que pegar un puñetazo a todas al final te vas a acabar haciendo daño en la mano- dijo Ainara con una gran sonrisa en la boca y con los brazos abiertos. El abrazo que me dio me vino muy bien. Hacía tiempo que Ainara no me daba un abrazo y debo de reconocer que lo necesitaba.
-¿Qué hacéis aquí? ¿No se suponía que íbamos a comer donde siempre?
- Se suponía, pero no nos parecía bien que un día después de salir del hospital tú tuvieras que ir a un restaurante solo por quedar y hablar…-dijo María.
- … Así que decidimos traer el restaurante a tu casa- terminó Miriam levantando los brazos enseñándome las bolsas de comida del restaurante.
-Ahora, ¿nos dejas pasar y nos perdonas por haber llamado tanto a tu timbre?- dijo Claudia con un tono un tanto infantil que hacía que todo lo que hiciera se le perdonara.

Y poniéndome en un lado de la puerta dejé que entraran todas y en pocos segundos se hicieron con mi piso como si fuera suyo. No me había dado tiempo de moverme de la puerta cuando en la mesa del comedor habían aparecido unos platos con una comida deliciosa. Estaba dando un paso hacia delante cuando un gran mareo hizo que volviera a caerme al suelo como si fuera una niña tonta. Todas dejaron lo que estaban haciendo y corrieron para levantarme del suelo y llevarme hasta la cama.

-El médico te dijo que no podías levantarte de la cama en unos días- me regañó Miriam mientras me quitaba el pañuelo del cuello.
-¿Qué médico? Ah, sí ya lo recuerdo. El mismo médico al que te comías con los ojos. ¡Ah! Pero qué haces- Miriam se había enfadado conmigo y me había apretado justo en el morado que tenía en el cuello.
-Eso te pasa por decir cosas sin sentido, cuando me viste hablar con él solamente le estaba preguntando si tenías que tomar alguna medicina en especial.
-Claro…como iba yo a pensar otra cosa, tú te estabas preocupando por mí como una gran amiga que eres.
-Pues si- dijo por último cruzándose de brazos y sentándose a mi lado en la cama. 

Mientras nosotras estábamos hablando sentadas en mi cama, las demás estaban preparando la comida que tanto esperábamos. Como estábamos solas aproveché para preguntarle a Miriam sobre el hombre misterioso de Claudia. La respuesta que me iba a dar yo ya sabía cual era. Ella tampoco sabía nada de ese extraño que estaba en casa de Claudia, me dijo que tanto ella como Ainara habían dejado la fiesta conmigo cuando me llevaron al hospital. Nadie sabía nada de ese hombre y eso en Claudia era muy raro. Ella siempre nos contaba sus amoríos.

Tanto ajetreo en mi casa me parecía muy raro. Si comíamos en casa siempre lo hacíamos en casa de Miriam o en casa de María, casi nunca por no decir nunca comíamos en mi piso. Un olor rico llegó hasta mi nariz, la comida estaba lista. Despacio me levanté de la cama, me puse las zapatillas de estar en casa y poco a poco llegué hasta el salón, me senté en la mesa y empezamos a comer. Era la única que faltaba en la mesa, como siempre llegaba tarde, lo peor era que ya llegaba tarde hasta en mi propia casa. Ahora debía de empezar la conversación que le sacaría a Claudia toda la información del hombre misterioso. Carraspeo un poco para darle misterio y…

-¿Claudia, cómo terminó la fiesta? ¿Te rompieron muchas cosas los últimos borrachos?
-No… un par de jarrones, una docena de copas y poco más.
-Mmm… ¿y después de la fiesta se quedó alguien en casa?- dije como si no supiera nada, pero ya nos conocíamos de muchos años y todas me miraron menos Claudia, que agachó la cabeza escondiendo una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja.
-¡QUÉ! – dijeron todas a la vez. Y una vez más era yo la que dejaba el pastel al descubierto.

Pobre Claudia, no sabía donde meterse. Todas las chicas haciéndole preguntas que ella o no podía o no quería contestar. Pero al final termina contándonos su historia. Llevaba con ese hombre más de un mes y nosotras no sabíamos nada del asunto. ¿Qué como empezó todo? Típica historia de Claudia. Súper modelo conoce a súper modelo, lío de una noche y se acaba, ah no, que con este lleva ya un mes, que es lo extraño. Un mes y sin contárnoslo, se me ocurren dos opciones:

a.    Es muy feo y solo lo quiere por fama y dinero, por eso no nos lo presenta.
b.    Es un ex de alguna de nosotras. Pero en ese caso yo le habría conocido la voz.

Ninguna de las dos opciones me cuadra.

-Claudia… ¿Quién es? Y lo más importante, ¿porqué nos has escondido esto?- No podía aguantar más y tuve que preguntárselo.

Silencio incómodo, todas mirando nuevamente a Claudia y ella sin decir nada. La cosa iba cada vez a peor. Mi cabeza iba a echar humo de tanto pensar quien podría ser y supongo que las de las demás también. Me estaba poniendo histérica y la muchacha no soltaba prenda.

-¡CLAUDIA, QUE DIGAS QUIEN ES YA!- Al final el humo tenía que salir por algún lado y terminé reventando. Por el giro rápido de las miradas de las chicas hacia mi, sabía que no debía de haber gritado, pero mi gritó funcionó y Claudia empezó a hablar.
-Vale, vale, es… Antón- diciendo esto, se tapa la cara y diciendo que no baja la cabeza.
-¡Qué!- otro grito más a coro en mi piso, como sigamos gritando mi buen vecino, nótese la ironía, vendría a saludarnos.

Yo no conocía al tan Antón, pero si me había hablado sobre él y no precisamente cosas buenas. Era un ex de Claudia (esa opción no se me había ocurrido, pero era le peor que podía haber escogido) que había estado con ella mucho antes de que yo llegara al grupo. En un principio, Antón, parecía un príncipe sacado directamente de cualquier cuento de fantasía pero poco a poco convirtió la relación con Claudia en una cárcel. Le hizo pasar una mala época y ella juró que nunca volvería a estar con alguien así pero, ¿qué había hecho ese tal Antón para que Claudia rompiera su promesa?

Vanessa