martes, 25 de febrero de 2014

Tú, que lo quieres saber todo para después no hacer nada o hacer de más.

No sabes lo jodido que es que siempre te estés apareciendo en cada resquicio de cordura. No sabes lo cansado que es este tira y afloja que no sirve para otra cosa que para deshilachar, cada vez más, esta cuerda mohosa. Suena el piano y sólo me falta un poco de humo, manchas en el cenicero y un vaso ancho y cuadrado para que la imagen desastrosa que puedo ofrecer sea digna de un libro demasiado angustioso y agobiante. Como si estuviera pendiente de una condena que nunca llega y que sólo alarga el dolor. la angustia o la intensidad de este día. 
La música sube y baja, como mi respiración. La tensión sólo crece, aumenta, empaña los cristales sucios que no dejan entrar el sol. Y menos mal.
La banda sonora de mi vida es tan escalofriante que no puedo dejar de llevar el ritmo tamborileando con mis dedos callosos, esquinando mis uñas pintadas de un tal rojo fulana.
Me ahogo. Bueno, no. Me ahogas tú, con tu forma de ser y de mirarme. Me erizaste la piel y no tuviste la decencia de avisarme de que era por poco tiempo. Y yo con los ojos puestos en las luces de arriba para que me cegaran y así poder verte con claridad. Como una mancha más, que es lo que anhelo que seas. Un recuerdo borroso y destilado.
Y ahora te contaré, en italiano para que lo entiendas mejor, o peor, que no me apetece volver a verte, a la vez que tengo la necesidad imperiosa de subir mi temperatura corporal para que se considere fiebre, y poder hundirme entre las sábanas y mantas que me "protegen" del mismo oxígeno.
Marca un número en las muescas de mi cama y túmbate encima mía, con la ropa de por medio, teniendo en cuenta que los lunares también suman dígitos a los grados de febrículas que sacan mi cabeza y la apoyan en la almohada, siendo toda yo una amasijo deforme de enredos, nudos en el pelo y marcas de dientes mezcladas con algunos arañazos y moratones de procedencia más que conocida. Lo curioso es que éste no es el concepto de "conversación racional" que tenía planteado en mi cabeza, ni siquiera había pensado en un final feliz o en un broche de oro. Quizá en un portazo, una huida mística en cuarta en mi quejumbroso coche y un mar de lágrimas lejos de la ciudad, mientras la cerveza lamía mis heridas. Eso sería lo lógico, pero claro, viniendo de ti hay que establecer lo que entendemos como lógico e ilógico, porque lo que está claro es que tú eres un tanto ilógico y yo un tanto subnormal por reírme de tus idioteces que me rasgan y cicatrizan la piel, para que después me susurres un "no sé, las heridas (en este caso, cicatrices) de guerra siempre me han parecido bonitas" Podríamos decir que cuentan parte de tu vida que, llamadme loca, a lo mejor no queremos que nadie más saque a la luz. Pero a ti te gustaban, y a mi que me lo dijeras, sería una tontería no admitirlo.
En eso quedamos, en unos puntos suspensivos un tanto infinitos y agotadores que hacíamos cada vez más intensos con la práctica. Y cada punto suponía para mi piel una nueva cicatriz raramente placentera. Hasta que llenaste el cupo único que me forma, dejándome hecha papel de fumar esperando a ser liada. Realmente espero que este tipo de locura que me has impuesto la cubra la seguridad social, para que por lo menos cubra los gastos en cinta de carrocero para mi boca, alcoholes varios para mi pecho, maquillaje para mis ojeras y colirio para mis ojos. 
Puede que con ese tratamiento consiga ver detrás de la máscara que te has impuesto, dejando al descubierto el guión al que te ciñes para poder moldearlo a mi antojo. Para acabar con mi dolor, ése que tanto placer te ha dado, y por qué no, a mí también.

martes, 11 de febrero de 2014

Establezcamos los puntos del inicio del surrealismo.

Anoche tuve un sueño en el que, por fin, no aparecías y, joder, no sabes lo que pude disfrutar de aquellas vistas violetas que me dejaban las yemas de los dedos azules y dormidas. Los árboles bailaban y las flores estaban dispuestas de tal forma que parecían seres inherentes a una soga que las asfixiaba hasta tal punto, que hasta a mi me faltaba aire en estos ensangrentados pulmones. 
El reloj, impotente por su paso, sólo me miraba dándome la razón y afirmando mi ataque de locura, falta de motivos, mientras arañaba los tallos de las rosas que formaban mi penosa corona. Las espinas clavadas por mis muñecas, destruyéndome, con ese pequeño dolor tan placentero. Y, qué felicidad, seguías sin aparecer y yo podía ser, tan satisfactoriamente, una musa barata.  
Y fue tan típico como el grito de "un médico, por favor" en una de esas películas grotescas que dan escalofríos sin necesidad de ser en blanco y negro. 
Tu pecho decía aquello de: "Se vende imaginación, a mi ya me ha dado demasiados problemas."
Y mis manos pedían eso de: "Se busca poeta atormentado, para que se descarríe por mis curvas."
Pero no eras Tú, era otro tú hecho de agua y tacto.Y eso sí que fue mareo y no el primer vaivén de la pequeña barca en la que me suelo quedar dormida. Eras ojos y piel erizada sin miedo al cambio de temperatura. 
Pero yo no podía, o no quería seguir ahí, admirando la escultura de tu mandíbula cuadrada. Salté y aterricé como pude, sin saber por qué hacía un grand plié, cuando siempre he odiado el ballet y sus arabescas figuritas. Volví mis ojos y seguías allí, susurrándome entre suspiros y jadeos que nos veríamos en el siguiente poema, amenazando una vez más a mi fortuita soledad. 
Olvídame, sólo soy una musa en prácticas que se ha cansado del trabajo. Déjame respirar abiertamente sin necesidad de que sea oxígeno. Vete, es una orden, que yo me vuelvo a dormir; que estaba soñando muy plácidamente sin necesidad de verte a ti.
De pronto sé seguir y el largo de mi falda se va enganchando en los dedos de la hierba mientras mis dedos se retuercen entre la arenisca de la playa. Las olas me atrapan y empezamos un baile desfigurado de espuma y algas enredadas en mi cuello; las muñecas me escuecen y los labios se me secan. Yo no soy una sirena para aguantar el peso de tanta agua. 
Y un impulso, venido de mis entrañas, me gira hasta estremecer mis papilas gustativas, abre mis ojos y encadena mis oídos a una dulce melodía inexistente.
Dejad de aplaudir, público irresponsable. Lo único que hacéis es alimentar mi ego sin fundamento que, ahora mismo, viaja entre las nubes. Un corte de mangas y un saludo excesivamente exagerado. C'est fini.