martes, 8 de abril de 2014

Maneras de empezar una mañana y recordar unas cuantas noches.

Si despierto abrazada a la almohada será porque el hueco de mis codos pide humildemente la vuelta de tus costillas. En otras palabras, te echo de menos. Te enredas en mis sueños y te conviertes en pesadilla.

Deja de atormentarme con tu recuerdo y vuelve a tu origen, que soy yo. Vuelve a mí, que yo ya prometí una vez que nunca te olvidaría y, mírame, aquí estoy cumpliendo una vez más una promesa rota o deshilachada, convertida en cicatriz de mi pecho y calma para mis ojos.

Enzárzate en una lucha sin guerreros por adueñarte del cielo de mi boca y de la llanura de mi ombligo. Mientras, yo saltaré por las raíces de tu cuello hasta llegar al límite con tu nuca, para quedarme a vivir allí y habitarte. Poseerte. Desenredarte. Descontarte todas y cada una de tus pecas luminosas que nada tienen que envidiarle a las estrellas.


No sé. No te vayas. Creo que te quiero.