He perdido la cuenta de las veces que te he dicho:
Te quiero,
Quédate,
Cuídame.
He perdido la cabeza, y la razón la he guardado en el cajón
de la cocina.
He perdido mi ropa y no tengo intención de buscarla por tu
cuarto. No sé, puede que se encuentre bajo las sábanas, como nosotros.
Yo, que he sido la inspiración de Morfeo, prefiero ser café
para inundarme en tu mirada. Y nadar en ella como sirena en aguas mansas.
Rozarte lento como la sal al acantilado.
Besarte con los ojos para saciarme de ti.
Me ataste tan fuerte a tus caderas que ahora la libertad me
resulta hasta incómoda. La marca de mis muñecas no me duele, si me las haces
tú.
El fuego de mi pelo hace juego con el de tu mirada y mi
pintura por la almohada habla más que los suspiros que se enredan entre
nuestros labios.
Pasarme la mañana entera leyendo. O leyéndote, hasta
aprenderme de memoria todos y cada uno de tus versos, que transformaré en besos
para hacer con ellos un collar y enredártelos al cuello. Así no podrás escapar
de mí tan fácilmente y yo te ataré a mis brazos, para que dejen de dolerme las
ganas y las ansias. Aunque no te puedo prometer que deje de dolerme el corazón,
que siga necesitando una transfusión mensual para limpiarme de tu sangre o
algún que otro pico de heroína que resucite la adrenalina que tengo dormida en
las venas.
Sobredosis de colores, y yo con los ojos enrojecidos
buscando un color limpio para terminar de matarlos. De matarme. De obligarte a
que lo hagas.
O de hacerlo los dos.
Sé que terminaremos escapando, no somos lo suficientemente
valientes para quedarnos aquí y dejar que nos machaquen. Pero no es mala opción
esa de huir, si es juntos y a un lugar donde podamos empezar de cero, como el
ave Fénix resurgiendo de sus cenizas requemadas.
Y allí, le robaré horas a la noche para hacer el amanecer
más largo y el destello naranja de tus ojos más intenso. Le replicaré a las
estrellas y me dejaré las palabras por hacerles entrar en razón, para que
entiendan de una vez que contra tus lunares no pueden luchar. Que hasta el
horizonte tiene celos de tu espalda.
Mira, he gastado ya todos los verbos describiéndote y he
decido quedarme a vivir en tu cuerpo, que me han dicho que ahí nunca me va a
faltar el calor y las ganas de más.