miércoles, 28 de octubre de 2015

Derechos naturales

Y nos negamos el derecho de seguir el curso natural de las cosas, luchamos contra teorías impuestas por poner en su lugar las nuestras, tres décimas más descabelladas. 
Pero me siguen faltando dígitos que pulsar e infinitos que recortar, con la mala pata de que siempre acabo hiriéndome de muerte en el pulgar. Una Bella Durmiente sin cuento ni guisante bajo el colchón.

Espera, me he liado. 
Yo solo venía a decir que el problema comienza en ese justo momento en el que me salto de un camino a otro para obligarte a coincidir conmigo. 
Ay, esta cabeza la mía, pensando en fuegos artificiales cuando tú solo fumas de liar. 

Déjate de pólvora, niña tonta, y empieza a correr que se te cae la casa encima. 
Otro peso más a la espalda para después prometerle al médico, y con la mano en alto, que lo de los esfuerzos se ha quedado atrás. 
Pero, señor doctor, es que después viene el monstruo de las tres cabezas y ya me dirá usted cómo lucho ante tales dimensiones. 
Una receta de paciencia y una venda en los ojos, que por algo la sabiduría popular dice que "ojos que no ven, corazón que no siente" y yo no soy de las valientes que se levantan a contradecir. 

Claro, así me va. 

Firma aquí, que voy a borrar todas mis huellas para dejarte más espacio en blanco, que no está la cosa como para seguir derrochando papel. 
Bueno, que yo venía a decirte al oído que me voy de puntillas para no molestar. Que ya nos veremos en algún beso obligado. Digo, camino. 
No sé, calculo que en unos veinte años podrás volverme a invitar a un tinto, pero sin remordimientos, que sino luego la resaca es imposible. En fin, que yo te seguiré queriendo todos y cada uno de mis días, pero tómatelo sin presión, que las prisas nunca son buenas. A mí, la verdad, es que se me indigestan bastante. Y nada, que sigo con el rollo, será que no quiero dejarte ir. Que ya no sé qué más echarme en cara. 
Así que ya sabes, si necesitas algo, sigo acomodada en el mismo rincón de siempre.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Siempre nos quedará el Trastevere

Hoy la noche se ha cerrado en agua, se me ha inundado el corazón y mis pulmones ya no pueden soportar más grietas. Me queda un soplo para derrumbarme y he perdido la caja donde guardaba las fuerzas. Creo que te la llevaste en la mudanza, esa con la que dejaste la puerta abierta y ni siquiera has dejado la llave para que aprenda a cerrarla. Estoy cansada de felpudos mohosos que impiden mi entrada triunfal en el lujoso salón de la casa.

Qué pena que no esté acostumbrada a dejar que me pisen “lo fregao”.

Qué suerte que tenga esta imaginación que va tan bien con las cortinas.

Ay, qué mal se me queda la comida desde que se me va el santo al cielo y la mano al cuello.

Creo que voy a empezar de cero, así que cogeré tu foto y la pondré en la mesita de noche para poder levantarme todos los días mirándote a los ojos. Me arrancaré la piel a tiras y me abrazaré fuerte para darme tu calor.

Te prometo que no habrá día en el que no me acueste recordando tu cadera y que siempre serviré dos copas de vino, bien frío, por si aparece tu sombra por sorpresa. Comprendo que en toda historia hay un punto y aparte pero yo, hoy por hoy, prefiero quedarme frente al espejo para recordarme contigo.
Con tanta distracción se me ha olvidado contarte que se me han secado las flores del jardín y que por mucho que cante no llueve lo suficiente, que Bernini también se equivocaba y que Miguel Ángel demostró mucho más que piedad en esa estatua suya.

Tranqui, no eres tú, soy yo. Que no me explico pero no porque no quiera, sino porque mis cuerdas vocales están más cerradas que mi estómago. Ya ves, aquí me encuentro con la operación biquini de principios de otoño. Mientras, seguiré tirando del hilo a ver si termino por desbaratar este ovillo tormentoso que no me deja respirar.


Pese a todo y antes que nada recuerda que, para romper con lo habitual, siempre nos quedará el Trastevere.

martes, 18 de agosto de 2015

Y por allá va otra copa.

El pecho me ruge en busca de unas líneas descolgadas, descatalogadas y un poco egocéntricas que hablan de mí. 
Sí, de mí, pero sobre todo de mi vida.
Tejidas bajo un alter-ego que ni se corresponde con la realidad, ni nunca han pretendido hacerlo.
Las entrañas se me desquician pensando en algo que rasgar sobre un papel, para después, acabar en tablas. Aunque lo cierto es que no acaba, porque nunca llegó a empezar. Y así me voy desdibujando, puesto que ya no quiero ser ni boceto. El grafito vuela y se convierte en ave de paso que sólo deja huella si encuentra el suficiente miedo que alimentar.
No recordaba ser polluelo en el estómago.
Más que polluelo, águila.
Más que águila, buitre.
Carne de carroña que espera ser aprovechada. Demasiados sueños por cumplir para acabar como mugre bajo las uñas.
¡Araña! - vaya a ser que se me descontrole el termostato del dolor.
¿Escuece? - eso es que está curando este tormento de ideas que presionan mis retinas.
He picado en la trampa que me preparó la vida y ahora me viene con el chantaje de no dejarme salir con vida de ella.
Mal nacido este titiritero que ha convertido mi vida en una broma de mal gusto. 
Mira cómo me ha dejado este cuchillo, hincado hasta las vértebras: herida de corazón y medio que por más sutura que se le haga sigue supurando recuerdos que no hay cojones de ahogarlos. Ni siquiera anestesiarlos. 
Preparada para la autopsia, aunque ya me encuentro vacía. 
Sin ganas de buscarme ni los ojos en sus respectivas cuencas. Buscando excusas para esta amnesia voluntaria que me recuerda que no lo he asimilado. 
Me pido el traslado a Rusia, a ver si puedo terminar con las existencias mundiales de vodka. 

martes, 27 de enero de 2015

Canon de copas.

Se me ha perdido el tango entre las botellas de vino. No encuentro mi bolso y creo que la desesperación que llevaba dentro se ha debido de caer al suelo, estoy notando un espacio resbaladizo muy parecido a tus palabras.
El perfume de las ganas lo he dejado para los días grandes, esos en los que vienes a mi casa y acampamos en el sofá un domingo tarde cualquiera: yo con el pijama y tú entre mis brazos.
Vuelta de 180º, de camino a la casilla de salida, con arañazos en la espalda y unos cuantos pesares sobre los hombros. Tu dolor en mis sienes y tus manos en mis senos.
Miedo a la oscuridad si no me alumbran tus ojos, si no te enciendes un cigarro con el fuego de mi mirada. Si no me saco las entrañas y te muestro que son de verdad, que yo también estoy hecha de carne. Que me pinchan y sangro, que me duelen los desgarros.
Maúllo, en un intento encarnizado de volverme púrpura; de encender tu botón de fe.

Con la necesidad de hacer una receta con nuestros secretos. De añadir un poco de “tu cabeza recostada en mi pecho” y de “tus manos quitando mis medias”, sazonado con “las caricias de tus manos” y emplatado en “la cama perfecta con dosel”. 
He empezado a llover con previsiones de que voy a desbordar.
Tú ponte a salvo, vayamos a que cuando explote te lleve conmigo, te termine cansando y aburriendo; termine destruyendo tu última muralla. 
Tú ponte a salvo, que se prevé vendaval de sentimientos. Que por el horizonte viene un huracán de sensaciones desmedidas con la intención de llevarnos por delante, de dejarnos sin respiración y unir más lo que ya estaba unido. 
Vaya pronóstico meteorológico. Qué ganas tengo de que llegue esa tormenta. 
Ven, deja las llaves puestas y entra por la ventana, que te voy a enseñar el mapa de isobaras que se nos viene encima. Que lo tengo pintado en las sábanas de la cama; el borrador en la almohada.  
Ven, que se me ha perdido el tango entre las botellas de vino, que se me sale el deseo del pecho y va, con todo propósito, hacia tus labios.