martes, 18 de agosto de 2015

Y por allá va otra copa.

El pecho me ruge en busca de unas líneas descolgadas, descatalogadas y un poco egocéntricas que hablan de mí. 
Sí, de mí, pero sobre todo de mi vida.
Tejidas bajo un alter-ego que ni se corresponde con la realidad, ni nunca han pretendido hacerlo.
Las entrañas se me desquician pensando en algo que rasgar sobre un papel, para después, acabar en tablas. Aunque lo cierto es que no acaba, porque nunca llegó a empezar. Y así me voy desdibujando, puesto que ya no quiero ser ni boceto. El grafito vuela y se convierte en ave de paso que sólo deja huella si encuentra el suficiente miedo que alimentar.
No recordaba ser polluelo en el estómago.
Más que polluelo, águila.
Más que águila, buitre.
Carne de carroña que espera ser aprovechada. Demasiados sueños por cumplir para acabar como mugre bajo las uñas.
¡Araña! - vaya a ser que se me descontrole el termostato del dolor.
¿Escuece? - eso es que está curando este tormento de ideas que presionan mis retinas.
He picado en la trampa que me preparó la vida y ahora me viene con el chantaje de no dejarme salir con vida de ella.
Mal nacido este titiritero que ha convertido mi vida en una broma de mal gusto. 
Mira cómo me ha dejado este cuchillo, hincado hasta las vértebras: herida de corazón y medio que por más sutura que se le haga sigue supurando recuerdos que no hay cojones de ahogarlos. Ni siquiera anestesiarlos. 
Preparada para la autopsia, aunque ya me encuentro vacía. 
Sin ganas de buscarme ni los ojos en sus respectivas cuencas. Buscando excusas para esta amnesia voluntaria que me recuerda que no lo he asimilado. 
Me pido el traslado a Rusia, a ver si puedo terminar con las existencias mundiales de vodka. 

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